La superficie del epitelio intestinal del sistema digestivo está habitada por un gran número de bacterias que puede definirse como la cuna del sistema inmune, tanto sistémico como de la mucosa. Los bebes nacen con un sistema inmune inmaduro. La población del tracto digestivo con una flora intestinal sana desempeña un papel crucial en la maduración apropiada del sistema inmune. Si el establecimiento de la flora intestinal no se produce en torno a los primeros 20 días de vida, el sistema inmune del bebé queda comprometido. Las bacterias beneficiosas que se instalan en el epitelio de la pared intestinal desempeñan su función inmunomoduladora de diversas maneras.
Las bacterias esenciales o beneficiosas en nuestro sistema digestivo toman a su servicio a un miembro importante del sistema inmune, el tejido linfoide de la pared intestinal, que participa de la producción de grandes cantidades de linfocitos e inmunoglobulina. Por ejemplo, en la pared celular de la bifidobacteria (bacteria que habita en el colon humano) hay una sustancia llamada muramil dipéptido que activa la síntesis de uno de los grupos más importantes de células del sistema inmune, los linfocitos. Los linfocitos en la pared del intestino producen inmunoglobulinas, y la más importante del intestino es la inmunoglobulina A (IgA).
La IgA es producida por los linfocitos en todas las membranas mucosas del organismo y excretada a través de los fluidos corporales. Su trabajo es proteger las membranas mucosas destruyendo e inactivando bacterias, virus, hongos y parásitos invasores. Adicionalmente las bacterias beneficiosas, además de estimular la producción de IgA, reducen su degradación a través de un proceso muy complicado y permiten que éste tenga más tiempo para realizar su trabajo. Es muy común que en niños y adultos con autismo, déficit de atención e hiperactividad (TDAH), déficit de atención (TDA), asma, eccema, alergias, dispraxia o dislexia la IgA sea deficiente, debido a las anormalidad en su flora intestinal, lo cual implica que la pared intestinal tenga una baja capacidad para defenderse a sí misma de hongos, virus de vacunas o del medio ambiente, bacterias y parásitos.
Los linfocitos no son las únicas células inmunes que deben estar presentes en las paredes intestinales. Cuando hay una deficiencia de bacterias beneficiosas del intestino, otros grupos de células inmunes, llamadas neutrófilos y macrófagos, tampoco pueden realizar su trabajo correctamente. Estas son las células que se reúnen en los tejidos infectados e inflamados para limpiarlos, tragando y destruyendo virus, toxinas, bacterias y desechos celulares.
La flora intestinal sana, además de asegurar la función adecuada de linfocitos, IgA y fagocitos, desempeña un papel importante en la producción de interferones, citoquinas y muchos otros reguladores activos de la respuesta inmune, particularmente en la lucha contra las infecciones virales. En personas con autismo, déficit de atención e hiperactividad (TDAH), déficit de atención (TDA), asma, eccema, alergias, dispraxia o dislexia, los virus de vacuna o del medio ambiente tienen una buena oportunidad de sobrevivir y persistir debido a las anormalidades en su flora intestinal. Un buen ejemplo es el virus del sarampión que se ha encontrado en las paredes intestinales y el líquido cefalorraquídeo de los niños autistas.
La influencia de la flora intestinal en el sistema inmune va mucho más allá del intestino mismo. La evidencia científica muestra que cuando la flora intestinal está dañada, no sólo los niveles de IgA, linfocitos, macrófagos, interferones, citoquinas, etc., del sistema digestivo disminuyen, sino que también el sistema inmune se desequilibra. Este proceso hace que la persona quede inmunocomprometida (Campbell-McBride, 2010).
Dr. Félix Piñerúa Monasterio